Duerme el mundo, sumido en la tibieza de un sueño sin lunas. Feliz e ignorante.
Y en su regazo los hombres.
Los niños.
Las bestias.
Como un pez que al saltar cae fuera del agua, despiertan las nubes, boqueando ansiosas su sed de oxígeno.
Se estremecen en un segundo luminoso de agonía y luz.
Cesárea brutal y primigenia.
Vientre desgarrado, matriz que se derrama en metralla y muerte.
Sangre.
Aire.
Silencio.
Toma aire, respira.
Respira.
Se ha abierto el cielo.
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